¡La masacre de plata de los hermanos Hunt en la historia!


Esto hay que empezarlo desde Texas, EE. UU. Allí se producen dos cosas: petróleo y el espíritu audaz de los vaqueros que se atreven a apostar fuerte. Y los hermanos Hunt — Nelson Bunker Hunt y William Herbert Hunt — justamente encarnan ambas.

Su padre, H.L. Hunt, fue una figura legendaria que hizo su fortuna con el póker y finalmente construyó un vasto imperio petrolero. Lo que dejó a sus hijos, además de una enorme riqueza, fue una profunda desconfianza hacia el dinero del gobierno. Con esa “herencia” de sospechas, sumada a su innato espíritu de apuesta, en los primeros años 70, los hermanos se fijaron en un metal antiguo: la plata.

Preludio: la calculadora de los “gran inteligentes”

En ese momento, el precio de la plata rondaba los 1.5 dólares por onza. Para los hermanos Hunt, eso era un regalo del cielo. Estaban convencidos de que el dólar se devaluaría por la inflación, y que la plata, que durante siglos se usó como dinero, sería la verdadera moneda fuerte.

Su plan, simple y contundente: si creen que vale la pena, ¡entonces compren toda la plata que puedan!

Así empezó una de las operaciones de “acaparamiento” más raras de la historia. Los hermanos movilizaron toda la riqueza y contactos familiares, y mediante empresas relacionadas y cuentas offshore en todo el mundo, comenzaron a acumular plata silenciosamente. No solo compraron contratos de futuros, sino que además exigieron entrega física, transportando toneladas y toneladas de plata real a almacenes en Nueva York, Suiza y otros lugares.

¿Hasta qué punto llegaron? En su apogeo, controlaban más del 50% del inventario de plata entregable a nivel mundial, con suficiente plata en sus manos para cubrir más de un año de demanda industrial global. En palabras de hoy, querían hacer un “apagón” en el mercado mundial de plata con un solo clic.

Clímax: una locura de “tormenta de plata”

Controlar el mercado físico equivalía a apretar el cuello del mercado. Desde 1979, los hermanos Hunt lanzaron una ofensiva masiva en los mercados de futuros, comprando sin parar. La reacción fue inmediata:

· Precio disparado: la plata pasó de 6 dólares por onza en agosto de 1979 a 35.52 dólares en febrero de 1980 (el máximo histórico rozó los 50 dólares), con un aumento de casi 500% en medio año.
· La ruina de los cortos: todos los que apostaban a la caída de la plata (los que estaban en posición de venta en corto) quedaron atrapados. ¿Quieres entregar la plata según contrato? Lo siento, toda la plata física estaba en los almacenes de Hunt, y no podías comprarla. Solo podías ver cómo el precio subía cada día, con pérdidas que se multiplicaban sin control. Esto en finanzas se llama “short squeeze”, y los hermanos Hunt lo llevaron al extremo.

Por un tiempo, los especuladores de todo el mundo estaban en euforia, con fondos entrando en masa, y la plata se convirtió en el mayor casino del planeta. La riqueza en papel de los Hunt se disparó, como si hubieran forjado un imperio financiero invencible con plata.

Colapso: cuando las reglas cambian de repente

Pero olvidaron una cosa: en el casino, siempre hay un banquero.

La estrategia de los Hunt, en esencia, desafiaba las reglas del sistema financiero. La Bolsa de Mercancías de Nueva York (COMEX) y las autoridades pronto detectaron que el mercado se había distorsionado gravemente, con poca liquidez.

El banquero actuó. Desde enero de 1980, la bolsa lanzó una serie de medidas:

1. Aumentar significativamente los márgenes: antes, con poco dinero se podía mover un gran contrato; ahora, casi el 100% en efectivo.
2. Restringir nuevas posiciones: prohibieron abrir nuevos contratos largos de plata.
3. Forzar liquidaciones: pidieron reducir drásticamente las posiciones existentes.

Esto fue como quitarles de golpe el apalancamiento y el oxígeno en que se sustentaban los Hunt. Sus operaciones estaban basadas en enormes préstamos, y con el aumento de los márgenes, llegaron avisos de llamadas de margen astronómicas.

El 27 de marzo de 1980, llegó el famoso “Jueves negro de la plata”. El precio cayó en picada, con una caída en un solo día y más del 60% en un mes desde su pico. La cadena de financiamiento de los Hunt se rompió por completo, y tuvieron que liquidar.

Según informes, Herbert Hunt, en una llamada a las autoridades, solo dijo: “Estoy en quiebra.” (I'm busted.)

Final: el imperio se desploma, la leyenda advierte

El árbol cae y los monos dispersos. Los hermanos Hunt, que alguna vez fueron ricos como para desafiar a cualquier nación, se vieron obligados a vender sus bienes: caballos, monedas, tierras, incluso cortadoras de césped, para pagar sus deudas. Para fines de los 80, ambos declararon bancarrota personal, y por manipulación del mercado, fueron multados con sumas millonarias y prohibidos de comerciar futuros de productos básicos.

Una apuesta por “monopolizar el imperio” que terminó en la ruina total, con los jugadores en la calle y sin nada. La historia de los Hunt se convirtió en uno de los casos más emblemáticos en los libros de Wall Street sobre la avaricia, el riesgo del apalancamiento y la inevitable derrota en la manipulación del mercado.

Y para terminar, con sus propias palabras: Herbert Hunt se defendió con tristeza: “Me siento como una mujer a la que le roban el bolso, pero por romper la ropa me acusan de indecencia.” Sin embargo, la historia dicta que: cuando intentas robarte el bolso del mercado entero, debes estar preparado para la contraofensiva del sistema.
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